Melonadas y caciques
Muchos agricultores castellano-manchegos siguen haciendo la guerra por su cuenta en lugar de asociarse para defender mejor sus productos
Una Feria del Melón en Membrilla sirve al autor para reflexionar sobre la necesidad de que los agricultores se unan para poder competir en los mercados exteriores
España, y dentro de ella Castilla-La Mancha, es uno de los grandes productores mundiales de melón
(*) Por Blas Villalta
Incluso perteneciendo a un entorno rural, o viviendo en un pueblo agrícola, la mayor parte de la gente está al margen de los procesos de producción y venta de esos mismos productos que son la base de la economía local.
En Castilla-La Mancha hay grandes regiones agrícolas, productoras de vino, aceite y diversas hortalizas, pero quienes no están directamente relacionados con la producción de un fruto no pueden a veces ni imaginar las vicisitudes que pasan los agricultores una vez que han cosechado el producto y se enfrentan al proceloso mundo de la comercialización.
Hay productos que, incluso estando fuertemente regulados, no están exentos de problemas, dado el volumen de su producción, como por ejemplo el vino. Pero hay otros productos abiertamente expuestos a mercados libérrimos y caprichosos, a la ley de la selva donde cada uno saca lo que puede de donde puede, aunque se lleve por delante a sus compañeros. Lo que conozco de cerca es el melón.
Un millón de toneladas
A mucha distancia de China, España está entre los mayores productores de melón y sandía en el mundo, junto con Turquía, Estados Unidos o Irán. España produce alrededor de un millón de toneladas de melón, de las cuales aproximadamente un tercio están destinadas a la exportación. La producción está concentrada en pocas regiones: Castilla-La Mancha (38% en 2013, casi todo en la provincia de Ciudad Real), Andalucía (24%), Murcia (20%).
En 2013, en Castilla-La Mancha se cultivaron 10.000 hectáreas de melón y 3.800 de sandía. Casi todo lo que se produce es melón piel de sapo, y buena parte de esta considerable superficie la sacan todavía adelante pequeños propietarios: es eso que la Unión Europea, en su lenguaje de planificación y ayudas, llama agricultura familiar.
Desde los años 90, el mercado libre sin sujeciones ni cortapisas ha generado mucho dinero en nuestra región. Muchos pueblos de la provincia de Ciudad Real han cambiado de cara en las últimas dos décadas gracias a este pequeño pelotazo rural.
Productores organizados
Pero los mercados llevan años cambiando. Hoy en día no valen esas campañas personales y arriesgadas en las que uno invierte 5 euros y lo mismo puede ganar 15 que perder 10, después de haber estado un año trabajando. En muchos de nuestros pueblos hace varios lustros que alguna gente se dio cuenta, y se intentó buscar los mecanismos para que los productores se organizaran y no quedaran expuestos a los vaivenes tiránicos del mercado.
Hay cooperativas de melón en Argamasilla de Alba, Villarta de San Juan, Llanos, Alameda de Cervera, Tomelloso. Estas cooperativas y algunos otros establecimientos etiquetan melones con el distintivo de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Melón de La Mancha, que funciona desde 2004 y, aunque no del todo como debería, es un paso importante para la dignificación del producto y sus productores. Porque el objetivo fundamental es que los cultivadores de melón sean conscientes de cómo y cuánto deben producir, conociendo y adueñándose de la parte que les corresponde en el mercado. Agrupaciones de agricultores, cooperativas: el sistema ya está inventado.
Un buen ejemplo español que mira al mercado de la exportación es Murcia. El melón murciano, siendo su producción mucho más reducida, supuso en 2013 el 47% del total de melones que salieron de España. El 87% del melón murciano fue al extranjero. ¿Es porque su producto es más apetecible que el nuestro para esos delicados paladares europeos? Es porque el agricultor murciano no anda solo y seguramente sabe lo que vende.
La guerra por su cuenta
Lo que nos encontramos en Ciudad Real año tras año es que, frente a iniciativas sólidas basadas en la unión de los productores, como las cooperativas y el respaldo de la IGP, muchos agricultores siguen haciendo la guerra por su cuenta. El cultivo del melón en la provincia de Ciudad Real, fuera de los cauces establecidos, es completamente libre y sirve para desestabilizar a quienes han puesto mucho esfuerzo en una organización decente que garantice precios dignos para todos los agricultores.
Cualquiera puede sembrar melones, sea o no agricultor. No hay cupos de producción. Fuera de estos circuitos, la famosa trazabilidad es una farsa, pues nadie puede controlar con exactitud en qué momento se administran ciertos productos (aunque parece que para esta campaña el asunto puede cambiar, con la obligatoriedad de llevar un cuaderno de campo).
Los esfuerzos por constituir una lonja del melón y la sandía, que lleva dos campañas funcionando, se muestran estériles desde el momento en que grupos de supuestos intermediarios rompen el mercado tirando los precios a la baja en una caza continua de comisiones. El pequeño agricultor no tiene otra salida que entregarse: llena un remolque de melones y lo lleva a esos corrales que sirven como subasta, y unas horas o días después vuelve, para que le den la factura con el peso y el precio que entre el intermediario y el comprador han decidido.
Los buitres organizados
No hay una previsión, no hay un mercado interior ni exterior en el que se esté pensando cuando se produce este fruto. Hay un conocimiento de las técnicas del cultivo, adquirido durante décadas, pero después un vacío en la comercialización, aprovechado por buitres organizados. Hay un jugar a la lotería: unos años se gana, otros se pierde.
Frente a este caos desolador, hay soluciones. Las vías están abiertas: cooperativas y agrupaciones de agricultores que establezcan límites a su producción, que marquen máximos y mínimos en los precios y estén dispuestas a respetarlos, antes de que dispongan los precios otros que se llevarán la mayor parte del beneficio sin haber arriesgado nada. Búsqueda de la calidad, pero una calidad real: controles sanitarios certificados, trazabilidad, confianza en el producto, conocimiento de lo que demanda quien lo consume.
Por todo esto me hace gracia ver algunas cosas. En mi pueblo, Membrilla, donde no hay apenas producción de melón pero donde hay muchísimos productores, que tienen sus tierras y producen miles de toneladas entre Manzanares, Daimiel, Alcázar, Villarta o Llanos, el Ayuntamiento ha creído conveniente montar una feria del melón. Entiendo que el objetivo es bienintencionado: promocionar el producto, atraer importadores.
Cocinero antes que fraile
Pero volvemos al mismo error: con dinero exclusivamente del Ayuntamiento (sin ayuda financiera del gobierno de Castilla-La Mancha, sin reconocimiento de la IGP Melón de La Mancha, con el ninguneo lógico de muchas plataformas y medios por lo insensato del asunto), volvemos a hacer la guerra por libre.
En un pueblo donde ni siquiera hay cooperativa de melón, un alcalde considera importante gastar dinero de los vecinos (meloneros y no meloneros) en un acto folclórico de exaltación de nuestro producto. Gastando una cifra que no sabemos si es de cinco o seis dígitos (hasta ahí la transparencia del asunto, por más que se le ha exigido), alabaremos para nosotros mismos las virtudes de un producto que no ofrece garantías fuera de nuestro pueblo, alejados de quienes ya están organizados, echándonos en manos de quienes han desangrado durante décadas a honrados agricultores. Beberemos vino y degustaremos postres elaborados con carne de melón, entre casetas de feria y orquestas verbeneras, mientras nuestro alcalde quema con nuestro dinero sus penúltimos cartuchos electorales.
Como uno ha sido cocinero antes que fraile, no puedo quedarme fuera de un problema que, si no lo evitamos, se perpetuará hasta que en pueblos como el mío desaparezca el cultivo de un producto que, por otro lado, disfruto mucho como consumidor. Me encanta el melón, en especial el de Membrilla, pero con lo que no puedo es con las melonadas y los aprendices de cacique. ¿Cuándo nos organizaremos como un país civilizado, empezando la casa por los cimientos?
(*) Blas Villalta es profesor de Lengua Castellana y Literatura y vocal de la Junta Directiva de la Escuela de Ciudadanos.
Ole, ole y ole. Me agrada ver que hay quien sabe lo que pasa. La agricultura de Castilla la Mancha es buena en la producción pero mala en la comercialización. Los agricultores prefieren ser señores de su mísero castillo antes que poderosos junto a sus colegas. Muchos gobernantes los halagan para ganarse sus voluntades y sus votos. Y así contentos unos y otros. A su alrededor el mercado los devora lentamente, pero no les duele. Y si alguien se lo hace notar, ni caso. Pero no por eso hay que dejar de decirlo.
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