El cambio en la jefatura del Estado
E.C.
Una nueva aportación a nuestro debate sobre el cambio en la jefatura del Estado, tras la abdicación del rey Juan Carlos en su hijo y heredero Felipe de Borbón. En esta ocasión se trata de un artículo de Julián Nieva, portavoz municipal del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Manzanares, localidad en la que tiene su sede social la Escuela de Ciudadanos. Con anterioridad hemos publicado un artículo de Miguel Ramírez, coordinador provincial de IU Ciudad Real. Invitamos a nuestros seguidores a participar en este debate.
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Pacto Constitucional: sí o sí.
Esa es la cuestión
El pacto sólo se puede evaluar como el acontecimiento más importante y positivo de la historia democrática de España del último siglo
La cuestión no es referéndum sí o referéndum no, la cuestión es si estamos en el momento idóneo para afrontar este envite
Salir a la calle a reclamar un referéndum es improcedente, y se produce como consecuencia del momento de agitación política, y social que atravesamos
Por Julián Nieva (*)
Sería demasiado simplista pensar que, en un país como el nuestro, el proceso de sustitución del Jefe del Estado que, como consecuencia de la abdicación a la corona del actual monarca se ha de llevar a cabo, se desarrollaría con normalidad y sin que apareciese la legítima reivindicación republicana de una parte de la sociedad. Era absolutamente impensable.
Muchos ciudadanos, -me incluyo entre ellos-, hace más de 35 años que votaron afirmativamente una Constitución que establecía, como forma política del Estado español, la monarquía parlamentaria. Dicha Carta Magna concedía, la jefatura del Estado, al ciudadano Don Juan Carlos de Borbón, otorgándole la condición de rey de España.
Lo asumimos todos; muchos, ideológicamente vinculados con la izquierda política, como un sacrificio más para avanzar hacia una convivencia libre y democrática. También, como un ejercicio de responsabilidad política con nuestra historia, que nos dejó, en nuestras raíces republicanas, una herida que, con el paso del tiempo, ha quedado reducida a una cicatriz más propia de una pequeña rozadura que a la de una operación a corazón abierto.
Un acto sembrado a mano
Hoy podemos concluir que, la aceptación de la monarquía parlamentaria como forma de Estado, fue un acto sembrado a mano por una clase política que antepuso el interés de España a los de sus propias convicciones y motivaciones políticas, y que nos ha llevado, con bastantes más luces que sombras, al periodo de libertad y progreso social más largo de nuestra convulsa historia. Desde este punto de vista, el Pacto Constitucional, sólo se puede evaluar, -con la perspectiva del tiempo-, como el acontecimiento más importante y positivo de la historia democrática de España del último siglo.
¿Es lógica la pretensión de reivindicar un referéndum para que los españoles decidamos si queremos una Monarquía o una República como forma de Estado?
La respuesta sólo puede ser afirmativa: lógica es; legítima también, claro que sí. Ahora, ¿es este el momento oportuno para demandar este referéndum? Hasta la propia Constitución, -y de ahí su grandeza-, tiene establecida y regulada dentro del marco constitucional la sucesión. ¿De no abdicar don Juan Carlos de Borbón, se habría provocado la cuestión del referéndum en este momento? Yo estoy convencido de que no. Por tanto, -y ahí considero que hay que centrar en debate-, la cuestión no es referéndum sí o referéndum no, la cuestión es si estamos en el momento idóneo para afrontar este envite.
La oportunidad del referendum
No creo en la oportunidad de la propuesta. Insisto. Más bien creo que salir a la calle a reclamar un referéndum es claramente improcedente, y se produce como una consecuencia lógica del momento de agitación política, y social por el que estamos atravesando. Coyuntura política que, desde todo punto de vista, requiere de una voluntad de consenso de la que, hasta la fecha, el gobierno de Rajoy está demostrando padecer una carencia casi genética.
España sufre la tasa de desempleo más alta de la historia, con más del 26% de personas en edad de trabajar sin poder hacerlo, y que en el caso de los jóvenes alcanza cifras absolutamente espeluznantes. Más del 25% de la población española malvive por debajo del umbral de la pobreza. Más de 2,8 millones de niños no tienen garantizadas ni cubiertas las necesidades básicas de alimentación e higiene. El endeudamiento público, a pesar de los recortes del PP, alcanza el 100% del PIB. Nuestros mayores tienen que soportar, sobre sus congeladas pensiones, copagos farmacéuticos y sanitarios. Y nuestros estudiantes están sufriendo la peor política educativa y de becas de toda Europa...
El gobierno del PP, mientras tanto, ha retomado las leyes que, temporalmente, por las elecciones europeas, había encajonado, como la Reforma Fiscal o la Ley del Aborto... Con este escenario, si se me permite el dialogismo: éramos pocos y parió la abuela...
Mandato constitucional
No me detendré, más allá de esta línea, en valorar o intentar descifrar sobre las posibles causas de la abdicación del rey. No lo haré. Eso lo dejo para los amantes de la especulación, los analistas políticos profesionales o para programas de entretenimiento. Allá cada uno. Únicamente me interesa la parte legal: la sucesión. Don Felipe de Borbón, al que deseo, -como a todo ser humano-, acierto en el desempeño de su papel, asumirá la Jefatura del Estado en cumplimiento del mandato constitucional. Sucesión que, por otro lado, aportará a la Corona, y al papel que nuestro ordenamiento jurídico le asigna, un plus de imagen que, a día de hoy, por razones que a nadie se le escapan, su predecesor carecía.
La Constitución española, -a la que no se la puede querer por trozos-, ha tenido la flexibilidad suficiente y la rigidez necesaria para permitirnos llegar hasta aquí después del periodo más negro de la historia de España del último siglo.
Nuestra Constitución ha permitido que en España, con el poder político emanado del pueblo, -como debe ser-, se hayan aprobado leyes sociales más avanzadas de nuestro país. Con esta Constitución, también, un gobierno español nos metió en una guerra ilegal e injusta, mintiéndole a los ciudadanos; pero con esta misma Constitución, otro gobierno democrático nos sacó de ella...
¿Hay que modificar la Constitución española de 1978? Seguramente sí. Habrá que adaptarla a las nuevas exigencias políticas, a la especiales coyunturas económicas, a las urgentes necesidades sociales, a la legítima demanda ciudadana de transparencia y control de las instituciones... Habrá que revisar muchas partes de esta Constitución, incluida la forma de Estado, pero sólo cabe desde el consenso. El mismo que consenso que sirvió para crearla, debe servir para revisarla. Mientras tanto, el Pacto Constitucional sigue vigente.
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(*) Julián Nieva Delgado es Portavoz del Grupo Municipal Socialista de Manzanares (Ciudad Real).
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