Una reforma del sistema
educativo sin miedo
Antes de las subidas de tasas, recortes en educación o en sanidad, deberíamos terminar con el despilfarro de las duplicidades de las Administraciones y el Estado autonómico
La subida de tasas debería hacerse atendiendo al nivel de renta y no de forma general e indiscriminada
Si se reducen las becas y no hay progresividad fiscal, estamos ante un tipo de reforma que huele demasiado a clasismo
Por Pedro María Castellanos (*)
Tal vez por defecto profesional, o por vicio adquirido con los años, siempre que se me plantea afrontar algún tema me gusta analizar la situación actual de la que se parte. Y en el tema de la universidad española, debemos ser realistas: no hay ninguna universidad española entre las cien mejores del mundo.
Eso se debe, entre múltiples factores, a que cada Gobierno crea un plan distinto para las universidades. No hay una continuidad en el tiempo. Por ello pedimos a todas las fuerzas políticas un consenso sobre estos temas fundamentales para el país y una continuidad en la política de educación española.
La idea del Gobierno actual, para paliar el problema de la universidad, ha sido subir las tasas. Consideramos que las tasas no deberían contemplarse como un elemento impositivo y recaudatorio, como pretende el Gobierno.
Despilfarro y duplicidades
La subida de tasas universitarias tiene que ser la última opción que el Ministerio de Educación debe adoptar. Antes de las subidas de tasas, recortes en educación o en sanidad, deberíamos terminar con el despilfarro de las duplicidades de las Administraciones y el Estado autonómico, lo que podría suponer un ahorro de entre 40.000 y 60.000 millones de euros.
Pero, en cualquier caso, si se suben las tasas, se debería hacer atendiendo al nivel de renta y no de forma general e indiscriminada, la universidad nunca puede dejar de ser una institución abierta a todos los ciudadanos. Además, esta subida debería estar compensada con más becas. Pero si se reducen las becas y no hay progresividad fiscal, estamos ante un tipo de reforma que huele demasiado a clasismo.
Por otro lado, el hecho de que sean las Comunidades Autónomas las que tengan la última palabra hace que cada Comunidad tenga libertad para aplicar un porcentaje u otro en la subida, cuando ésta subida debería ser homogénea para todo el Estado. Porque, de otro modo, se crea una desigualdad, otra más, entre los ciudadanos en función de que residan en una Comunidad u otra.
Un modelo obsoleto
El modelo universitario español está obsoleto, necesita un gran cambio. Eso sí, consensuado entre todos, y que este cambio de modelo sea el que potencie el papel de liderazgo que debe jugar la Universidad, para que ésta se convierta en lo que realmente tiene que ser: una institución que forma a las personas que en el futuro tienen que hacer de éste, un país más desarrollado y mejor.
Para el partido al que represento, Unión Progreso y Democracia (UPyD), las 75 universidades que hay en España entre públicas y privadas son demasiadas. Reducirlas no significa que desaparezcan de las ciudades, sino minimizar el número de entidades administrativas, lo que permitiría ahorrar en gasto corriente y burocrático.
Esta fusión, no debería hacerse por motivos de afinidad política, como ha sucedido con las Cajas de Ahorros, con el resultado que ya todos conocemos, sino por criterios racionales de tipo académico para empezar, y luego demográfico y de demanda.
Una visión electoralista
No queremos que nos pase igual que con los aeropuertos y con los trenes de alta velocidad, que se han hecho sin pensar, muchas veces buscando únicamente objetivos electoralistas porque cada alcalde de una ciudad mediana quería tener su estación de AVE, su aeropuerto y su universidad.
En España se han ido creando universidades muy pequeñas que no tienen verdadera viabilidad porque carecen de una base demográfica suficiente y porque son generalistas, en lugar de especializadas.
Esta visión electoralista, por el afán casi tenebroso que tienen los viejos partidos por aferrarse al poder, ha dado como resultado, si se me permite la expresión, una cierta mediocridad en la toma de decisiones y que se materializa en una política de nuevos ricos que estamos pagando todos en esta época de crisis.
Debemos además afrontar sin miedo, no sólo la reforma universitaria, sino la reforma del sistema educativo en general, ya que se trata de un modelo equivocado agravado por el enfermizo interés de este Gobierno por aplicar medidas administrativas y no estructurales en nombre del déficit.
(*) Pedro María Castellanos es Responsable de Organización del Comité Mancha Sur de UPyD.
Como todo lo que escribe Castellanos, demagogia barata.
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