Democracia enferma
Asistimos impávidos cómo se gobierna en nuestro nombre y se realizan actuaciones que nos perjudican
El poder político, elegido por el pueblo, no controla hoy en día al poder económico. Es tan sencillo como eso.
La democracia se tambalea.
El pueblo no quiere ver convertido su país en una empresa donde primen los beneficios.
Por Venancio del Coso Molina (*)
Decía Winston Churchill que “la democracia era, sin duda alguna, el peor de los sistemas de gobierno inventados por el hombre a excepción de todos los demás”. Esta afirmación nos puede dar una idea bastante aproximada de lo que actualmente piensa todo aquel que se considere demócrata, ya que damos por hecho lo irremplazable de la democracia hoy en día y a la vez vemos como se nos difuminan algunos de sus puntos clave.
La democracia se basa en principios fundamentales como las libertades individuales, la pluralidad política, el sufragio universal, y otros que no vienen sino a ratificar el principio básico de la democracia, es decir, el gobierno del pueblo.
Decisiones que nos perjudican
El hecho de que sea el pueblo quién gobierne el Estado (mediante su derecho al voto), hace que éste realice políticas encaminadas a las necesidades y demandas de la gente. A día de hoy, este principio básico, y raíz de todos los demás, se pierde en favor de otros intereses como los mercados, la banca, etc...
Asistimos impávidos cómo se gobierna en nuestro nombre y se realizan actuaciones que nos perjudican, para beneficiar a terceros, que como regla general vienen movidos por un interés económico.
La democracia está enferma. Tiene un tumor que muchos llaman neoliberalismo, ultraneoliberalismo o simplemente mercadocracia. El poder político, elegido por el pueblo, no controla hoy en día al poder económico.
Es tan sencillo como eso. Se ha renunciado (entre otras muchas cosas) a controlar el poder económico aceptando la libre circulación de capitales, principio básico del neoliberalismo, y hemos podido comprobar como éstos capitales fluyendo libremente pueden desestabilizar cualquier país y cualquier gobierno. Además, estos capitales obedecen a intereses meramente lucrativos, por lo que nos vemos todos atrapados en una red (Gobierno incluido) de difícil escapatoria.
El país no es una empresa
La democracia se tambalea. El pueblo no quiere ver convertido su país en una empresa donde primen los beneficios. El Estado (y su Gobierno) deben ser garantes del bienestar de sus ciudadanos, no se deben buscar excedentes económicos, sino la viabilidad de sus cuentas para satisfacer las demandas propias de un país desarrollado, tanto cultural como socialmente.
En estos días vemos como, con la palabra austeridad por bandera, se nos recortan derechos y se nos eliminan servicios y uno se pregunta si acaso estamos perdiendo los principios democráticos a la vez que realizando una transición encubierta a otro sistema de gobierno que, como decía Churchill, siempre sería peor que la democracia. Será entonces cuando entendamos muchas de las reivindicaciones de los indignados. Esperemos que no sea tarde.
(*) Venancio del Coso Molina es Delegado UPyD Valdepeñas
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