Juan Cruz contra el insulto
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Próximo viernes, día 18, a las 20,30 horas,
en el Castillo de Pilas Bonas
La memoria de Juan Cruz
Egos revueltos, la autobiografía de un escritor que quiso vivir dentro de un libro
Una de las mejores formas de conocer la amplia y apasionante trayectoria profesional de Juan Cruz es leer su libro Egos revueltos. La vida literaria: una memoria personal (Editorial, Tusquets, 2009). Reproducimos aquí la crónica de su presentación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, publicada en El País el 24 de febrero de 2010.Por Javier Rodríguez Marcos. El País.
Los presagios eran éstos: frío y lluvia, manifestación en la calle de Alcalá y partido de la Liga de Campeones en la tele. Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) no envió ayer sus naves -ni sus afectos futbolísticos (llevaba en la solapa una insignia del Barça)- a luchar contra los elementos, pero si lo hubiera hecho es muy posible que hubiera triunfado, porque, acompañado de la periodista Monserrat Domínguez (encargada de hacerle hablar) y del narrador y cineasta David Trueba (encargado de hacerle callar), abarrotó la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Los presagios eran éstos: frío y lluvia, manifestación en la calle de Alcalá y partido de la Liga de Campeones en la tele. Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) no envió ayer sus naves -ni sus afectos futbolísticos (llevaba en la solapa una insignia del Barça)- a luchar contra los elementos, pero si lo hubiera hecho es muy posible que hubiera triunfado, porque, acompañado de la periodista Monserrat Domínguez (encargada de hacerle hablar) y del narrador y cineasta David Trueba (encargado de hacerle callar), abarrotó la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El motivo era la presentación de Egos revueltos (Tusquets), con el que el escritor, editor de Alfaguara entre 1992 y 1998 y periodista de EL PAÍS desde su fundación, obtuvo el último Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, un galardón, por cierto, cuyo palmarés inauguró el también escritor y editor Carlos Barral, protagonista de algunas de las páginas más emotivas del libro. Y no es que falte emoción en un libro lleno de despedidas: de Severo Sarduy ("Lo más terrible es asistir al dolor de una persona alegre"), de Mario Benedetti ("Un pesimista bien informado") y de Juan Carlos Onetti ("Un pesimista militante"). O de Francisco Ayala, que un día, recordó ayer Juan Cruz, le dijo: "Siéntese aquí, mire esa ventana y recupere conmigo el valor del silencio". A lo que David Trueba añadió: "¿No es una manera bonita de decirle a alguien que se calle?".
Partiendo de la premisa de que "los escritores desayunan egos revueltos", Cruz señala en su libro el cambio de actitud que requiere la edición (donde, entre otras mil cosas, te pagan para que calles lo que escuchas) respecto al periodismo (donde te pagan para que lo cuentes). Bajo el subtítulo de Una memoria personal de la vida literaria, las de Juan Cruz son unas memorias de testigo, pero también de actor. Y, sobre todo, de lector apasionado para el que los libros siempre fueron "lugares de recreo". De ahí que la mezcla entre entusiasmo y polivalencia -y ubicuidad, diría Vargas Llosa- sea la que dé forma al andamiaje de un volumen que es una historia de la cara B de la literatura de las últimas décadas.
Si parte de esa historia está en el índice onomástico de Egos revueltos, otra parte estaba ayer entre los asistentes al acto: de Emilio Lledó a Luis García Montero pasando por Bernardo Atxaga, Juan José Millás, Eduardo Mendicutti, Rosa Montero, Fernando Delgado, José María Guelbenzu, el cineasta José Luis García Sánchez, el traductor Miguel Sáenz o el poeta Marcos Ricardo Barnatán, que aparece en el libro como el autor de una lista de ilustres a los que un joven Juan Cruz debía conocer por los caminos de Europa. De los vivos no se habla mucho en Egos revueltos. Tal vez queden para un volumen que ya tiene título, Platillos chinos, porque eso es un editor para Cruz, alguien que, como el chino malabarista, mantiene a todos sus autores en danza haciéndoles sentir que es el que mejor baila.
Josep María Ventosa, de la editorial Tusquets, dijo que Egos revueltos era la obra de alguien que siempre había querido "vivir dentro de un libro" y ese alguien, ayer, pese al marcaje (más zonal que al hombre) de David Trueba, pasó los octavos de final de su memoria lamentando la ausencia en su libro de dos personas de las que querría haber hablado más: Rafael Alberti ("Entristecido, más melancólico que el que ha pasado a la historia") y Carlos Casares ("Con Manuel Vicent, el mejor narrador oral que he conocido"). "Éste es un libro escrito desde el respeto y desde la libertad, y en medio está el periodismo", dijo ayer Juan Cruz. Optimista algo más que antropológico, dice que su poema favorito es If, de Kipling, pero según Trueba y en vista de los malentendidos que se deshacen a lo largo de sus páginas, la palabra que más se repite en Egos revueltos es "Uf".
Partiendo de la premisa de que "los escritores desayunan egos revueltos", Cruz señala en su libro el cambio de actitud que requiere la edición (donde, entre otras mil cosas, te pagan para que calles lo que escuchas) respecto al periodismo (donde te pagan para que lo cuentes). Bajo el subtítulo de Una memoria personal de la vida literaria, las de Juan Cruz son unas memorias de testigo, pero también de actor. Y, sobre todo, de lector apasionado para el que los libros siempre fueron "lugares de recreo". De ahí que la mezcla entre entusiasmo y polivalencia -y ubicuidad, diría Vargas Llosa- sea la que dé forma al andamiaje de un volumen que es una historia de la cara B de la literatura de las últimas décadas.
Si parte de esa historia está en el índice onomástico de Egos revueltos, otra parte estaba ayer entre los asistentes al acto: de Emilio Lledó a Luis García Montero pasando por Bernardo Atxaga, Juan José Millás, Eduardo Mendicutti, Rosa Montero, Fernando Delgado, José María Guelbenzu, el cineasta José Luis García Sánchez, el traductor Miguel Sáenz o el poeta Marcos Ricardo Barnatán, que aparece en el libro como el autor de una lista de ilustres a los que un joven Juan Cruz debía conocer por los caminos de Europa. De los vivos no se habla mucho en Egos revueltos. Tal vez queden para un volumen que ya tiene título, Platillos chinos, porque eso es un editor para Cruz, alguien que, como el chino malabarista, mantiene a todos sus autores en danza haciéndoles sentir que es el que mejor baila.
Josep María Ventosa, de la editorial Tusquets, dijo que Egos revueltos era la obra de alguien que siempre había querido "vivir dentro de un libro" y ese alguien, ayer, pese al marcaje (más zonal que al hombre) de David Trueba, pasó los octavos de final de su memoria lamentando la ausencia en su libro de dos personas de las que querría haber hablado más: Rafael Alberti ("Entristecido, más melancólico que el que ha pasado a la historia") y Carlos Casares ("Con Manuel Vicent, el mejor narrador oral que he conocido"). "Éste es un libro escrito desde el respeto y desde la libertad, y en medio está el periodismo", dijo ayer Juan Cruz. Optimista algo más que antropológico, dice que su poema favorito es If, de Kipling, pero según Trueba y en vista de los malentendidos que se deshacen a lo largo de sus páginas, la palabra que más se repite en Egos revueltos es "Uf".
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Así ven a Juan Cruz
Estos son algunos extractos de artículos y opiniones que sobre Juan Cruz han sido publicadas en El País.
Carlos Fuentes: La felicidad
Juan Cruz nos entrega una bellísima obra, Ojalá octubre, en la que la relación padre-hijo se atreve a violar la regla del desplazamiento (Telémaco, Juan Preciado) y la de la querella generacional (Padres e hijos). En Ojalá octubre leemos con una cierta emoción maravillada el relato del amor de un hijo hacia su padre, un cariño intenso pero ajeno al drama de la venganza o a la prueba de la fe. Hablo de una dificilísima apuesta: Juan Cruz da cuenta de un amor filial cotidiano, sin grandes sobresaltos, sin desplazamientos dramáticos. Nos da cuenta de algo muy difícil de escribir o descubrir: la felicidad.
Soledad Gallego Díaz: Con Borges, Cela, Bowles…
Desposeído de resentimiento gracias al sol de Tenerife, Cruz ha acompañado a escritores y artistas desde que tenía 19 años, era un joven reportero y alguien le pidió que se "pegara" a Cela, que había llegado a la isla griposo y solo. Subió a la habitación del hotel con él y esperó hasta que Cela se puso el pijama y una lujosa bata de seda. "Entonces le dije que me iba. 'De ninguna manera, usted se queda aquí, hablando, hasta que me duerma'. Y me di cuenta de que alguien tan encumbrado como Cela estaba solo y tenía miedo. Ése fue mi primer servicio editorial". Después de eso, acompañó a John Berger al dentista, a Paul Bowles al traumatólogo, a Borges al baño... siempre observando, sin juzgar ni calificar, pero siempre mirando asombrado el desayuno de los artistas.
Julio Llamazares: Vitalidad
Viéndole ir de un sitio a otro, escribir, dar conferencias, coger aviones como el que coge taxis (y taxis como el que coge aviones), ver el fútbol mientras habla por teléfono, comer y dormir a un tiempo, viajar y estar en casa a la vez, uno creería que no tiene más de 30 ó 40 años, exagerando mucho.
Libros de Juan Cruz en Manzanares
Estos son algunos de los libros de Juan Cruz disponibles en la Biblioteca Municipal Lope de Vega de Manzanares.
http://reddebibliotecas.jccm.es/cgi-bin/abnetopac/O7099/IDe2692f83/NT3
Crónica de la Nada hecha pedazos, Taller de Ediciones Josefina Betancor, Madrid, 1973
Exceso de equipaje, Alba Editorial, Barcelona, 1995
Asuán, Alba Editorial, Barcelona, 1996
La foto de los suecos, Espasa, Madrid, 1998
Contra la sinceridad, Martínez Roca, 2000
Egos revueltos. La vida literaria: una memoria personal, Tusquets, 2009
Crónica de la Nada hecha pedazos, Taller de Ediciones Josefina Betancor, Madrid, 1973
Exceso de equipaje, Alba Editorial, Barcelona, 1995
Asuán, Alba Editorial, Barcelona, 1996
La foto de los suecos, Espasa, Madrid, 1998
Contra la sinceridad, Martínez Roca, 2000
Egos revueltos. La vida literaria: una memoria personal, Tusquets, 2009
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