Perfil
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Juan Cruz vuelve a la Escuela de Ciudadanos |
“El motor de su diligencia infatigable
es una curiosidad escrutadora que no delega en nadie”
“Exhibe otra cualidad
poco común: la generosidad. Rara vez
escribe mal de nadie”
“Posee una memoria
deslumbrante y precisa y una capacidad de trabajo y una dedicación sin desmayos”
Por Eduardo San Martín (*)
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Eduardo San Martín |
Desde que hace unos días Román Orozco
me pidió que trazara un perfil de Juan Cruz vengo dándole vueltas a la idea de
cómo salir con bien del intento sin caer en el elogio untuoso y sin pasarme en
las dosis de incienso. Porque Juan es antes que nada un amigo. Un compañero y
un colega, también. Pero sobre todo un amigo. Luego he pensado que más
artificioso sería, por el afán de mantener una distancia emocional impostada,
reducir este ejercicio a una mera faena de aliño, tan comedida como sin alma.
Así que, desechados los primeros
escrúpulos, lo que sigue constituye un homenaje sin complejos. Desde un afecto
y una admiración que son ya muy antiguos. Del aprecio que siento por Juan diré
poca cosa. O se explica sólo o no necesita ninguna explicación. Y lo que admiro
en él, que es mucho, son esas cualidades que echo a faltar en mí mismo y que le
envidio sin reservas. Suele ocurrir: admiración y envidia van casi siempre de
la mano.
Y yo envidio en Juan, por resumirlo en
una imagen, todos aquellos atributos que le permiten mantener en marcha
constante el vehículo en el que pasea su mirada por el mundo que le rodea… y
aún más allá. Que es lo que no ha dejado de hacer en sus sucesivas
reinvenciones: corresponsal, peón de redacción, jefe de esa misma redacción
(muy probablemente a su pesar), editor y de nuevo periodista a secas, al fin de
cuentas lo que ha sido siempre y lo que continuará siendo mientras no se le
nuble la vista o le tapien los oídos…. y aún más allá.