Ni secta, ni mafia
E.C.
Firma hoy una nueva aportación al debate sobre la necesidad de los políticos un hombre polifacético, José María Alfaya, quien, en clave no exenta de humor, pero con un contundente fondo de verdad, concluye que, en realidad, los políticos “no son una secta, ni una mafia, ni un grupo social, sino una parte de nosotros mismos”.
Incluimos además en esta entrega los enlaces a tres interesantes artículos sobre la corrupción entre la clase política y un lúcido análisis de José María Izquierdo, autor del blog El Ojo Izquierdo (El País) y colaborador habitual de la Cadena SER.
En anteriores entregas hemos publicado artículos de Eduardo Sotillos, periodista, exportavoz del primer Gobierno de Felipe González; Miguel Ramírez Muñoz, Coordinador Provincial de IU Ciudad Real; Pedro María Castellanos, Delegado de UPyD en Manzanares (sede de la Escuela de Ciudadanos); Juan Rodríguez Rubio, presidente de Liberales Independientes por Manzanares (LIM) y la socióloga Victoria Pozas Escabias.
Animamos a nuestros lectores y a los dirigentes de los partidos y organizaciones sociales a aportar sus opiniones a este interesante debate.
Incluimos además en esta entrega los enlaces a tres interesantes artículos sobre la corrupción entre la clase política y un lúcido análisis de José María Izquierdo, autor del blog El Ojo Izquierdo (El País) y colaborador habitual de la Cadena SER.
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Animamos a nuestros lectores y a los dirigentes de los partidos y organizaciones sociales a aportar sus opiniones a este interesante debate.
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El asesinato de Aristóteles
Los políticos no son una secta, ni una mafia, ni un grupo social, sino parte de nosotros mismos, que lo somos salvo cuando estamos aislados, ciegos, sordos y mudos
Rechazar la política es entregarse al autoritarismo como fórmula para gestionar asuntos comunes y cotidianos
En la derecha se suma, además del miedo y la ignorancia, el interés ilegítimo y la mentira social, patológicamente llevada a la subversión del lenguaje por medio de lo que ya se conoce como “neolengua”
Por José María Alfaya (*)
Mi madre, que fue una gran traumatizada de la Guerra Civil y se abrazó al “síndrome de Estocolmo” como demostración de su incapacidad para comprender el drama que habían vivido en su propia familia, con fusilados por ambos bandos, nos decía enfáticamente que “de la Política... ni la p”.
No contenta con asesinar intelectualmente a Aristóteles, el rechazo de “la política” la llevaba a entregarse al autoritarismo como fórmula para gestionar los asuntos comunes y cotidianos.
Tenía, eso sí, un alto sentido del deber y de la responsabilidad, pero ambos conceptos, sus contenidos y aplicaciones, se los marcaba ella misma a partir de una personalísima interpretación de lo que había que hacer frente al día a día y al porvenir que pudiera imaginarse como deseable para el grupo familiar.
No me gusta discutir
Nada de consulta, nada de análisis de necesidades, ningún debate... Incluso la interpretación de las vidas de los demás, situados por debajo de ella en su particular escala jerárquica, corría por su cuenta.
Se tomaba la potestad de comunicar a terceros lo bien que marchaba la familia sin consultar a los miembros cuya opinión parecía representar con total seguridad y convencimiento.
Cuando sus hijos fuimos creciendo en el uso de la palabra, cualquier atisbo de debate razonado que pusiera en evidencia su limitada capacidad dialéctica, era rechazado con la excusa de que no le gustaban las discusiones.
Hay veces que, oyendo las declaraciones de nuestros dirigentes del PP, me acuerdo mucho de mi madre.
Supervivientes de la Guerra
La anécdota familiar, tan compartida por tantos españoles supervivientes de la Guerra Civil, viene al caso hoy porque nuestra derecha vuelve a capitanear sin pudor alguno lo que en mi madre no era más que manifestación de miedo y de ignorancia.
En la derecha se suma, además, el interés ilegítimo y la mentira social, patológicamente llevada a la subversión del lenguaje por medio de lo que ya se conoce como “neolengua”.
Precisamente, una de las más gordas mentiras radica en el uso perverso de la palabra “neo” para describir algo tan antiguo como la explotación de cuerpos y mentes: dícense neoliberales, neocapitalistas y son los mismos perros y, en gran medida, los mismos collares aunque de materiales más novedosos.
Garrotazo y tentetieso
Como vamos arrastrados en su implacable viaje hacia el modelo político de “garrotazo y tente tieso”, hasta los debates que pueden surgir (no hablo de proclamas unilaterales) están contaminados por falsas perspectivas o por referentes que no me parecen tan importantes como los presentan.
Permitidme que vuelva a Aristóteles: ¿Son necesarios los humanos? Evidentemente no, pero existimos y existiremos siempre que no nos empeñemos en destrozarlo todo, incluyendo nuestra propia especie.
No hace falta que venga ninguna divinidad a castigarnos con un rayo jupiterino. Nosotros solitos nos bastamos para lo bueno y lo malo, para vivir con la naturaleza en un equilibrio razonable o ir en contra de todo practicando la política de tierra quemada, lo que ya sabemos que no debemos hacer, no porque nos lo digan desde el Trono de Dios Padre (¿por qué trono? ¿Por qué padre? ¿Por qué dios?) sino porque algunos de nosotros lo han estudiado, lo han comprobado y lo han compartido con el resto de los miembros de la gran tribu, que se dedicaban a otras cosas: la quiniela, el GPS, el detector de radares...
El becerro de oro
Hay otras minorías no menos intensas y numerosas: gentes que adoran el becerro de oro, gentes que adoran alzarse sobre los demás y organizar la comunidad de vecinos para que el portal del inmueble se decore con el mármol que a él le gusta.
Otros llegan más lejos: se han puesto previamente de acuerdo con el marmolista y se reparten los beneficios de la operación.
Otra bella palabra que se embrutece: comisión, misión conjunta, compartida, que se transforma en reparto de botín. El propio Botín ennoblece como apellido la que parece ser ansiedad de su familia, etc, etc.
Una parte de nosotros
Pues bien, los políticos no son una secta, ni una mafia, ni un grupo social, sino una parte de nosotros mismos, de cada uno de nosotros, que lo somos salvo cuando estamos aislados, ciegos, sordos, mudos y durmiendo y aún así queda el proceloso mundo de los sueños...
No costaría gran esfuerzo llamar a las cosas por su nombre y no hablar de los políticos y sí de la calidad de la vida política, de los mecanismos políticos, de la cultura política y de la responsabilidad política, ... por ejemplo.
Pero, como ya insinuaba al principio de mi reflexión, la neolengua acecha desde los comunicados de prensa, los enunciados, discursos, ponencias, panfletos... hablamos de los políticos en lugar de hablar de los cargos políticos.
Los políticos parecen una nueva especie prepotente, odiosa, ajena a los buenos ciudadanos, a la gente sencilla...
Conocerás a Manolito
Lo de cargo político es más temporal y, a veces, es fuente de conocimiento para llegar al fondo de lo que una persona es. El refranero lo plantea crudamente: “Dale un carguito y conocerás a Manolito”. Lo que significa que el cargo puede transformar a la persona.
Si estamos de acuerdo con el refranero, lo más sensato es centrar nuestra atención sobre el cargo: ¿qué tiene el cargo que transforma a Manolito? ¿Cómo evitar esa transustanciación que convierte a Manolito en cargo a nuestra costa?
Algunas ideas tengo al respecto, pero sería cosa de aclarar de qué estamos discutiendo antes de lanzarnos contra Manolito sin tratar sobre las circunstancias.
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(*) José María Alfaya (Ceuta, 1948). Estudió Filología Semítica en Granada. Estuvo de cooperante durante nueve años entre Argelia y Marruecos. Sin estudios musicales, ha hecho canciones sobre textos de poetas conocidos o no (Machado, Valle-Inclán, Agustín García-Calvo, Pedro Mañas, Gloria Fuertes, Isabel Escudero, Paca Aguirre, Julia de Burgos, Soledad Cruz o Carilda Oliver) y con letras propias o de Guillermo Alonso del Real y José Ramón Catalán.
Fundador de El taller de reinsertables (1994-2007) grupo de canción y humor, ha publicado en Ediciones de la Discreta El cancionero de Pollo Sanguinetti (libro-disco) y participó como autor e intérprete en Brava labor, musicando al conde de Abascal y a Juan Manuel Gómez Tirado y en el espectáculo (grabado en disco) A Julia sin lágrimas, sobre la poeta puertorriqueña Julia de Burgos.
Su último disco fue Catalán en castellano, homenaje a José Ramón Catalán. En la actualidad acaba de grabar un CD sobre poemas de Carilda Oliver.
Cantautor brasseniano, canta no muy habitualmente en locales madrileños de música en vivo y para organizaciones sociopolíticas. Ha colaborado en Radio Círculo de Bellas Artes, en Tele K, en Mundo Obrero, en Tribuna de la Función Pública (CC.OO:), La República Cultural y en Cubainformación.tv.
En la actualidad es trabajador socio cultural en el Ayuntamiento de Tres Cantos (Madrid) y colabora el área sociocultural de la Asamblea Local de Izquierda Unida (IU) de Valdepeñas.
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Enlace con la presentación del debate y el artículo de Victoria Pozas
Enlace con el artículo del LIM
Enlace con el artículo de UPyD
Enlace con el artículo de IU
Enlace con el artículo de Eduardo Sotillos
Me parece que es la moral lo que se debe trabajar y de las personas para después ser politicos buenos también pero habría que fundar una escuela de politicos o enseñar en las escuelas. Me parece que los politicos son necesarios en la medida que haya un contenido social dentro de este y no una satisfacción personal o interes personal relacionada con el poder del cargo que también tiene que ver con la sociedad y la manera de ocupar un lugar importante.
ResponderEliminarVamos a ver. Como ex-político de militancia y carnet (desde 1975 hasta 1981) y con cargo público desempeñado (concejal y diputado provincial), tuve muy claro desde la prehistoria del desempeño público en la democracia que el problema es el dinero. El dinero puro y duro. Cuando en 1979 se formaron los primeros ayuntamientos democráticos no había estipulado un salario por la representación pública y allí fuimos, sin pensarlo un instante, toda una pléyade de políticos en ciernes, la mayoria romanticos pero... había quién no. Cuando una ley de la UCD estableció que el 5% del presupuesto municipal se destinaria a sueldos, comenzaron los navajazos políticos. Habiamos tocado poder y ahora tocábamos dinero. Esos sueldos, que fueron a mas y mas tuvieron como consecuencia el establecimiento de una casta política mas preocupada de su prebenda y/o canonjía que de oir el verdadero sentir popular. A esta casta se arrimaron los trepas de turno, que los envolvieron en una cápsula de cristal opaco y que solo se ocuparon de bailar el agua y mantener a toda costa a su "cargo protegido", porque así se protegían a ellos mismos. Esto ha traido una especie de feudalismo político, con cargos "cuasi" hereditarios y ya ha habido, y por supuesto habrá, compañeros que se han jubilado como cargos políticos (públicos o de partido), sin haber pegado chapa en el trabajo normal, diario y cuotidiano, sin conocer las penurias de una clase trabajadora cada vez mas esquilmada por la patronal. Y en Cuidad Real tenemos ejemplos, muchos. Esa es la raiz del problema de la credibilidad de la clase política y mientras no se aporten soluciones que vayan mas allá de las declaraciones de intención y el llamamiento a la honradez personal no llegaremos a nada. El camino del infierno, político en este caso, está lleno de buenas intenciones.
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