La literatura, afirma Sanz, “tiene que ser un espacio de transgresión y subversión, a veces con la violencia sintáctica o las agresiones ortográficas; con eso, expresas tu disconformidad con algunas de las reglamentaciones que mueven el mundo, frente a una idea de la literatura siempre convencional, correcta, de sujeto-verbo-predicado”.
“En los textos literarios lo más importante es el cómo. Esa p minúscula tiene una repercusión desde el punto de vista del significado. En el caso de pequeñas mujeres rojas, esa repercusión se vincula con el hecho de que hay mujeres maravillosas, inteligentes, bellas, sin ajustarse a lo que son los cánones de belleza homogéneos que nos quieren imponer. Sin embargo, se empequeñecen en sus relaciones sentimentales, porque todos hemos sido educados en el amor como una relación de poder donde la mujer siempre se ha situado en desventaja. Esta es la razón de la p minúscula”.
pequeñas mujeres rojas narra la historia de una inspectora de Hacienda, Paula Quiñones, que llega a un pueblo ficticio, Azafrán, para participar en las localización de fosas de la guerra civil. En las aclaraciones finales, la autora afirma que, aunque se trata de una fantasía, pues en el libro “se recrean muy libremente los sucesos acaecidos en torno a la fosa de Milagros (Burgos)”, en donde en 2009 se hallaron 45 cadáveres.
A lo largo de unos 40 minutos de conversación, Marta Sanz abordó diversos temas de gran interés. Este es un resumen de sus opiniones:
Niños perdidos, mujeres muertas. A lo largo de las 340 páginas de la novela, se repite la frase “somos los niños perdidos y las mujeres muertas”. ¿Dónde quedan los hombres? Sanz responde: “están todos en el libro, más allá de su sexo; están todas las víctimas de una dictadura terrible y represiva, que no hemos podido superar porque hay rebrotes preocupantes; hombres, niños, niñas, mujeres… Catalina con el sonajero de Martín metido en el bolsillo de su dentalito…”. (Catalina Muñoz fue fusilada en 1936 y enterrada en cal viva en un parque infantil de Palencia. 75 años después, los arqueólogos encontraron en un parque infantil de Palencia un sonajero junto a los restos óseos de Catalina).
Sufrimiento. El libro contiene pasajes terribles: tortura, violaciones, apertura de fosas, fusilamientos, mentiras, traiciones, venganzas, delaciones…Un libro que hace sufrir al lector. ¿Sufrió la autora al escribirlo? “Cuando escribí los pasajes más sórdidos, lo pasé tan mal que lo somaticé y me salió un orzuelo. Por cierto, que se lo pasé a Luz Arranz (amiga de la protagonista, Paula Quiñones). Es un libro que habla de fosas, de una historia no cicatrizada, de cómo se ejerce la violencia más cruel contra los seres más vulnerables, de la violencia contra el cuerpo de las mujeres”. Pero Sanz advierte: “La novela utiliza la guerra civil de manera tangencial. Es una novela que habla del presente”.
Libro político. “Este libro se puede calificar de político. Lo político no es algo que ensucie la literatura. Sugiere a los lectores que lean despacio (una recomendación que se recoge explícitamente en los títulos de algunos capítulos), frente a la literatura más comercial, más superficial. Reflexionemos, para que no te puedan engañar con los bulos y cantos de sirena que permanentemente nos llegan desde casi todas partes”.
Memoria democrática. Al final del libro, se lee: “ahora comienzan a salir de debajo de la tierra tantas voces de niños perdidos y mujeres muertas…”. La ley de la memoria histórica de Zapatero de 2007 fue un primer paso. ¿Qué espera Marta Sanz de la nueva ley de memoria democrática aprobado por Gobierno de Sánchez? “Algo de cajón: dotación económica. Estas actividades no son nada baratas. Si no somos capaces de cicatrizar estas heridas profundas nunca tendremos una democracia de calidad, Y más allá del dinero, es preciso un esfuerzo educativo. No se trata de venganza, sino de justicia y reparación: que los familiares que llevan años buscando sus muertos, los encuentren y los entierren dignamente”.
Miedo: “Hemos vuelto a tener miedo”, dijo Sanz tras la salida de pequeñas mujeres rojas. Y citaba “la tergiversación, la posverdad y las barbaridades que dice Ortega Smith” (dirigente de Vox). ¿Qué teme Sanz? “Como mujer, que resurjan las esencias de una moral nacionalcatólica que naturalice y normalice no solo la agresión económica, sino también una física; un miedo que no se puede desvincular de la precariedad en el marco de lo económico. Temo que haya un rebrote de la xenofobia, el racismo, que vuelva a imperar la ley del más fuerte en la selva virgen de una sociedad cada vez más competitiva. Podemos salir de esta reforzando una ola de solidaridad o más radicalizados en un tipo de pensamiento fascista que lo que va a hacer es pisarles la cabeza a las personas más vulnerables. Esto me da miedo y me gustaría equivocarme”.
Equidistancia: En un pasaje del libro, Rosa le pregunta a Paula: ¿Se puede ser equidistante? Y Paula responde para sus adentros ¡y unos cojones! Sanz se reafirma: “desde la idea de equidistancia, lo que se ha hecho es blanquear 40 años de represión”.
Literatura feminista. A algunas escritoras les molesta que les pregunten si hay una literatura femenina, una literatura feminista… No a Marta Sanz, responsable de la edición y del prólogo del libro Tsunami. Miradas feministas, (Sexto Piso, 2019) en el que reunió a diez creadoras fervientemente feministas, “con el objetivo de subvertir el orden machista establecido”. “No me molestan las etiquetas. Forman parte de lo que eres. Feminista. Lo femenino: lo que tenemos que hacer es vaciar esa palabra de toda cursilería o de connotaciones peyorativas. Como señaló la escritora estadounidense Adrienne Rich, nadie puede escribir al margen de la geografía de su escritura. Quiere decir que yo escribo lo que escribo porque soy una mujer, y de clase media, con una extracción proletaria y rural; mis padres se desclasaron hacia arriba y pudieron ir a la Universidad y yo ahora soy doctora en Filología Hispánica y me dedico a escribir, porque soy heterosexual, casada, porque soy de Madrid… Todas esas cosas que forman parte de mi se reflejan en los libros que escribo”.
Intelectuales y política. En Farándula, (Premio Herralde de novela 2015) uno de los personajes, un actor, firma un manifiesto y recibe multitud de insultos en las redes sociales. Entre otros, que “los artistas verdaderos no se meten en política”. ¿Cree en el compromiso político de los intelectuales? “Todos los libros asumen una posición ideológica. Los libros reflejan la realidad, pero también construyen la realidad, configuran valores, dan una visión de lo que significa ser hombre, ser mujer, estar en el mundo… Es imposible no manifestarse”.
Arte impuro. “Desconfío de quienes me hablan desde la pureza del arte, porque el arte no es puro. Está manchado, es impuro y las formas artísticas, los estilos, las maneras de representar determinadas realidades hacen que esas realidades nos parezcan normales o repugnantes. Eso lo relaciono con cómo se ha representado tradicionalmente a lo largo de la historia la violencia contra el cuerpo de las mujeres. Esa manera suave, agradable, morbosa de representar esa violencia nos ha hecho que nos parezca deseable, como mínimo normal o natural. Es imposible no estar tomando partido en un libro”.
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Marta Sanz responde a Juanjo Díaz-Portales
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Una sociedad culta
El presidente de la EC, Juanjo Díaz Portales, despidió el programa leyendo este párrafo del libro de Sanz Monstruas y centauras (Anagrama, 2018): “La literatura podría servir para romper los cristales y comunicarnos con el otro, con la conciencia de que las palabras importan y de que, quien la toma, asume una responsabilidad. Partiendo de ese marco sartriano, una sociedad culta es la que enseña a leer a su ciudadanía”.
Marta Sanz, por su parte, dio las gracias la EC “por cederme un espacio donde pueda demostrar lo mucho que hablo”, dijo en clave de humor.
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